14.7.10

Romero - La búsqueda de una fórmula supletoria

La búsqueda de una fórmula supletoria

Después de la revolución de 1955, por sobre aquellos problemas sociales y económicos, en los que asomaban las tensiones de los diversos intereses sectoriales, flotaba el hecho político de la persistencia de una masa mayoritaria aglutinada alrededor de un líder político proscripto. Ese hecho político se transformó en la principal y constante preocupación de quienes buscaron o ejercieron el poder, todos ansiosos por encontrar una fórmula política supletoria para salir de la encrucijada. Hallar una manera de derivar de sus propios cauces el voto y el apoyo de la masa peronista. Había que empezar por descubrir y reconocer la existencia de los nuevos sectores y los términos de los nuevos problemas.

Ya no estaban en presencia solamente de los viejos partidos políticos sino también de los viejos grupos de poder como la iglesia y las fuerzas armadas y los nuevos actores como los empresarios de pequeña y mediana industria y los sindicatos obreros. La división de todos los partidos políticos dejó al descubierto la progresiva reagrupación de sectores que antes parecían coincidentes. El problema político se concentró acerca de qué hacer con la masa mayoritaria que seguía fiel al líder proscripto. A Perón le correspondió, al fin y al cabo, hallar una fórmula supletoria de su propio nombre, con cuyo triunfo en 1973 inauguraría una nueva etapa de gobierno.

Las nuevas situaciones y las respuestas aleatorias

El régimen depuesto había acelerado un proceso de cambio social y económico y esa aceleración había modificado su estilo político. Se había constituido una república de masas. El gobierno surgido de la que se autodenominó “Revolución Libertadora” fijó su interés en la restauración de la democracia formal que resguardaría los principios republicanos y las garantías de la república de masas.

La aspiración al bienestar y al consumo creció considerablemente y muchos grupos tomaron conciencia de su marginalidad. Poco a poco creció un proletariado industrial sindicalmente organizado dentro de una concepción verticalista. Lonardi fue depuesto por su vago intento de una política de conciliación. El general Aramburu asumió el poder. El drama que quedó a la vista consistió en que eran muchos los antiperonistas y muchos los peronistas.

Se hicieron visibles los problemas estructurales y la deuda externa, pero el gobierno de la Revolución Libertadora se vio atrapado por el problema político de la masa peronista. Esta propuso respuestas de orientación liberal. Pero la realidad se opuso a la plena restauración del liberalismo y perduraron ciertas tendencias intervencionistas en la economía, y en la política continuó la proscripción del peronismo.

Arturo Frondizi precipitó la división de la Unión Cívica Radical, esbozando una aproximación al peronismo. Mientras tanto, el gobierno decretó la nulidad de la Constitución de 1949 y llamó a elecciones para reunir una Asamblea Constituyente que debía reformar la Constitución de 1853. El peronismo resolvió votar en blanco y en las elecciones de 1957, el voto en blanco resultó mayoría. La UCRI se distanció más aún del gobierno y, al reunirse la Asamblea Constituyente, impugnó la convocatoria y se retiró de las deliberaciones.

Ya en noviembre de 1956 la Convención Nacional de la UCR había proclamado la candidatura de Frondizi. Una negociación con Perón le aseguró los votos necesarios, y en la elección de 1958, Frondizi fue elegido presidente. Fue la primera fórmula supletoria. Frondizi había buscado respaldo para su gobierno en otras fuerzas, como si intentara restablecer el esquema político de Perón. En el ejercicio del poder Frondizi promovió intensamente el crecimiento de las industrias básicas, cumpliendo las finalidades de su proyecto desarrollista. Más allá de que pudo normalizar la Confederación General del Trabajo a través de la Ley de Asociaciones Profesionales, la presión militar y cierto clima de la opinión pública le impidió cumplir con otros puntos no menos importantes, produciendo la ruptura con Perón.

El ensayo desarrollista había seguido su curso con cierto éxito práctico, pero empañado por la creciente influencia de los capitales multinacionales. Triunfante en la capital, el frondizismo fue derrotado en 9 provincias. Aunque Frondizi no vaciló en intervenirlas, las fuerzas armadas lo depusieron en 1962. El ensayo desarrollista había terminado.

La crisis de los partidos políticos

Cualquiera haya sido el éxito del ensayo desarrollista trajo un nuevo estilo político y dejó planteadas nuevas opciones en materia económica. Con esto se agudizó la confusión de la opinión pública. Lo que caracterizó al período posterior a 1955 fue la liberación de innumerables opiniones sobre problemas poco tratados antes en el país. El resultado fue la división de los viejos partidos y la aparición de algunos nuevos que no tardarían en dividirse.

La UCR Intransigente, encabezada por Frondizi, pactó con Perón. La UCR del Pueblo, dirigida por Balbín, fue alrededor del problema del petróleo y en adelante la tendencia al nacionalismo económico y a la estatización pareció robustecerse. Por razones semejantes se había dividido el movimiento conservador. Lima reunía a los partidarios de una alianza con Perón en el Partido Conservador Popular. El mismo tema produjo la división en el Partido Socialista. Dentro del peronismo, a partir de la revolución que lo apartó del poder, se notó un enfrentamiento entre los que aspiraban a reconquistar el poder por la vía revolucionaria y aquellos que se mostraban dispuestos a transar con la nueva situación.

Una definición sustancial se dio en 1965 cuando se enfrentaron los sindicalistas vandoristas ante otro candidato fiel a la tradición de la autoridad de Perón. Perón echo el peso de su autoridad sobre los que querían un “peronismo sin Perón”. Esto resultó en un acercamiento entre el gremialismo vandorista y los militares que planearían el derrocamiento de Illia. Arturo Illia resultó triunfante en las elecciones gracias a la UCRP, pero su línea política no ofreció cambio alguno. En muchas mentes estaba claro que el gobierno radical debía caer para que ocupara la dirección del país el poder militar y el poder sindical.

El poder militar y el poder sindical

El poder militar y el poder sindical constituyen las bases de sustentación del sistema montado por Perón después de 1945. Esta fue otra fórmula aleatoria más, puesto que ninguno de los poderes era verdaderamente eficaz mientras Perón conservara el apoyo incondicional de una masa mayoritaria. El poder militar vio en la Ley de Asociaciones Profesionales una maniobra destinada a vincular al poder político con el poder sindical, lo que lo enfrentó a Frondizi y lo depuso en 1962.

El poder militar tuvo que esclarecer el verdadero alcance de su pensamiento político. Los que apoyaban el pensamiento conservador, llamados “colorados”, fueron vencidos por el bando “azul”, cuya tendencia era más comprensiva de la realidad social. El jefe de los “azules”, Onganía, suscribió dos comunicados en donde dejaba en claro su política de no negar la vida política de quienes desean convivir en democracia. El poder militar dejó en claro que no estaba dispuesto a avalar dictaduras conservadoras antiperonistas. En 1963, la CGT pudo desencadenar el “Plan de Lucha” contra el gobierno de Illia, que se manifestó en huelgas y hacía crecer las sospechas de si el objetivo final sería crear un ambiente propicio para un golpe militar. No faltaban testimonios para probar que el poder sindical y el poder militar estrechaban sus relaciones.

El fracaso de la paz militar

La falta de apoyo sindical y la ausencia de una fórmula que permitiera mantener alejado al peronismo del poder debilitaron al gobierno radical y robustecieron la tendencia del poder militar a hacerse cargo del gobierno. Producido el derrocamiento de Illia en 1966, el poder militar confió el gobierno a Onganía, quien inició lo que se llamó la “Revolución Argentina”.

En poco tiempo el gobierno se dio un “Estatuto de la Revolución” cuyas prescripciones invalidaban las de la Constitución y congeló la actividad política. Tales hechos dieron al gobierno una imagen confusa y sospechosa en cuanto a su orientación política. Se había supuesto que la Revolución Argentina llevaría a cabo el plan del bando azul. Por el contrario, se había descartado el plan del retorno a la democracia y al sistema institucional.

La definición económica se produjo al iniciar su acción en 1967 el nuevo ministro de Economía Krieger Vasena. El ministro se atuvo a un plan cuyas metas unían las conocidas fórmulas para reducir la inflación con elementos nuevos como la retención a las exportaciones y un ambicioso plan de obras públicas. Así, mientras las empresas “eficientes” consolidaban su posición, los sectores populares se convertían en víctimas de la nueva política.

Un vago perfume corporativista se difundió a través de toda la obra de gobierno. El gobierno de la Revolución Argentina ignoró durante largo tiempo que estaba perdiendo apoyo tanto militar como sindical. Un grupo, el más combativo de la CGT se separó en 1968 y se conoció como CGT de los Argentinos. Tantas disidencias desembocarían por fin en actos de violencia. Nada quedó de la paz militar. Ya no quedaba por experimentar ninguna fórmula que sorteara la influencia mayoritaria del peronismo.

Los movimientos populares

La violencia fue tomando formas distinta e inéditas. Había empezado a desarrollarse la guerra de guerrillas en algunas regiones del país. Entretanto, tomaban los movimientos populares otra fisonomía. El episodio más impresionante fue el producido en Córdoba, conocido como el “cordobazo”. Los estudiantes, peronistas e izquierditas se incorporaron a la insurrección urbana que tomó los caracteres de un estallido social. La policía fue superada y tuvieron que intervenir los militares. El peronismo y la izquierda clásica orientaban a los grupos más activos. Córdoba volvió a contemplar otra pueblada de semejantes caracteres en 1971, que el pueblo llamó el “viborazo”, y que logró que renunciase un indeseable gobernador.

La aglutinación espontánea de las masas populares revelaba que la sociedad misma sufría un profundo sentimiento de frustración. La consecuencia fue la formación de un nuevo poder que se presentaba en el escenario: el poder popular. Este se impuso cuando asumió sus funciones el nuevo presidente elegido por el peronismo, Héctor Cámpora. Esa presencia incontenible alarmó a la mayoría de los sectores de la opinión pública y particularmente a los sectores militares.

La polarización alrededor de Perón

A partir del “cordobazo” empezó a ser evidente la idea de que no había otra salida que devolver el poder a la masa mayoritaria. Las nuevas generaciones crearon una disyuntiva entre el poder militar y Perón. La consecuencia fue una progresiva polarización alrededor de Perón. Sin duda el poder militar había quedado descolocado. La consecuencia fue una progresiva aceptación de que la mejor salida era acabar con la proscripción del peronismo y de su jefe. Partido popular por tradición, el radicalismo reconocía el eminente carácter popular del peronismo y veía en él un buen aliado para la lucha por el retorno a la legalidad constitucional.

Todos los partidos políticos llegaron a la conclusión de que debían levantarse las proscripciones. El 11 de noviembre de 1970, un grupo de partidos políticos, encabezados por el radicalismo y el peronismo, suscribía un acuerdo muy general. El documento se conoció como “La hora del pueblo”, y expresaba:

El camino para salir de esto

Partidos políticos

Los partidos deben renovarse en lo humano y lo estructural. Debe reconocérsele la vigencia que jamás perdieron y los partidos deben actuar para que el pueblo actúe.

Estatuto político

La futura organización de los partidos y movimientos debe asegurar el poder de decisión de los ciudadanos.

Plan político

Fecha cierta de elecciones generales en todo el país, para que el pueblo elija a sus gobernantes. Nuestro país necesita urgentemente una nueva selección de dirigentes.

Compromiso de partidos

Los partidos se comprometen desde ya a crear, instrumentar e institucionalizar un régimen de gobierno con ciertas cualidades que aseguren su legalidad constitucional.

La Liberación Nacional

Nuestra Argentina es, hoy, un territorio ocupado por intereses extranjeros. La primera tarea es liberarnos. Una nación grande se construye a partir de una necesidad nacional compartida. La Liberación Nacional convoca a todos los argentinos, civiles y militares. La lucha por la Liberación Nacional marca, justamente, la hora del pueblo.


Entretanto, los partidos que habían constituido “La hora del pueblo” creyeron oportuno ahondar en el intercambio de puntos de vista y elaboraron unas “Coincidencias programáticas”, en las que descartaban el viejo modelo del país agropecuario y ensayaban uno de acentuado carácter industrial. Gracias a la política de coincidencias, la disputa por el poder no alcanzó demasiada vehemencia. Se aceptó tácitamente que era inevitable el triunfo de Perón.

Lo que ocurrió desde entonces fue un curioso proceso de aglutinación de la opinión pública alrededor de Perón. Era evidente que la figura simbólica de Perón reemplazaba aceleradamente a su figura real. Perón quedó consagrado ante crecientes sectores de la opinión pública como representante simbólico de una política nacional y popular, en la que estaba muy claro lo que el país no quería, pero que no llegó a definir positivamente sus contenidos. Contaba el peronismo con un núcleo sólido de opinión que correspondía a su vieja tradición. Era el peronismo histórico. Ese núcleo identificaba la tendencia social y económica de Perón y aceptaba todas sus implicancias políticas: la autoridad indiscutida del conductor y el autoritarismo que se deriva de ella. Alrededor de ese núcleo se aglutinaron grupos diversos y contradictorios. En cada uno de ellos era distinto el sentido de la palabra “revolución”, de la frase “liberación nacional”.

De todos modos, cualesquiera fueran las ideologías, coincidían todos estos grupos en la imagen de Perón como símbolo de una política nacional y popular. Una ola de esperanzas cundió sobre vastos sectores cuando se insinuó que, vuelto a la patria, Perón traería la solución para el despegue económico del país. En eso consistía el carisma de Perón: en lo que todos le otorgaron con la esperanza de que él lo encarnara.

Desde el punto de vista de la psicología social, se trataba de una alucinación colectiva. Se debió a que el viejo esplendor de la Argentina de la época del Centenario había declinado y porque no se había podido encontrar todavía la vía para encauzar el desarrollo de la riqueza del país. Un profundo sentimiento de frustración invadió a vastos sectores. Pero, en rigor, la Argentina no es un país frustrado. Hay, simplemente, cambio. Perón volvió. El regreso enfrentó las esperanzas con la realidad. Su movimiento había triunfado electoralmente y había llevado a la presidencia a Cámpora.

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